Ansiedad... te vi...
- Andrea Santelices
- 5 jun 2024
- 5 Min. de lectura
Si la semana pasada fue una máquina de endorfinas, acción y consciencia, al punto tal que mi sicóloga me felicitó, esta comenzó con una marcha menos (o dos).
Esta semana ha sido lenta, comenzó un martes porque Fabio estuvo enfermo y el lunes no fue a trabajar.
Cómo los lunes normalmente me cuestan, el martes me costó aún más.
No sabía por dónde comenzar, o más bien no sabía cómo avanzar…
Algunos pendientes, cosas que hacer, prácticas, informes, materias que estudiar, el caption de un post y seguía sintiendo que no estaba haciendo nada productivo, brincaba de una cosa a otra.
Me venían "flashes" con pensamientos tan lindos como: ¿Lo lograré algún día? Seré capaz? ¿Tendré que pasar de nuevo por el barro para que esto pase? ¿Cuándo mierda alguien me va a pagar por todo lo que hago? ¿Será que algún día tendré un negocio estable de todo esto que me apasiona y que no estoy comunicando? ¿Será que me quedaré como eterna alumna en la vida sin atreverme a nada real?
Si la semana pasada estaba a tope y gozando los frutos de mi trabajo consciente, ¿qué pasó? ¡No quiero más barro! (al menos por un rato)
Con este mindset... el escenario no era prometedor...
Y claro, hoy volví a los viejos hábitos...
Esos hábitos que mi ego arrogante creía superados...
El universo con amor me dijo "noooooo querida", y me regaló un momento de incomodidad profunda para enfrentarme a mis heridas y seguir aprendiendo...
Ansiedad, te veo:
Siento el rechazo siento la impotencia, me siento sola en este camino de abrirme camino…
Fue así como, ya habiendo pasado frente al computador unas 4 horas divagando, entre una cosa y otra (que a propósito, ya no sé si a eso le puedo llamar productividad o no), me sentía improductiva e inquieta, así que me paré de la silla de un salto, estaba incómoda internamente, como una león enjaulado…
La mayoría de la veces que me va a llegar la regla, me vienen ataques de hambre, esta vez podría haber sido eso, pero en el fondo sabía claramente que era ansiedad, sabía que era frustración, o miedo, y se me fue de las manos… comencé con unas frambuesas, luego una frutilla, unos cuantos pistachos, otro café… cuando algo no está bien, son milésimas de segundos en los que decides…
Sintiendo que mi cuerpo necesitaba movimiento y aire, logré visualizar el origen de mi ansiedad e incomodidad:
Entre mis pendientes de la semana tenía que agendar prácticas de coaching. Había mandado un WhatsApp a mi grupo de Coaching para ver quién lograba coincidir con mis disponibilidades y sólo me habían respondido dos personas.
Seguro en mi inconsciente, mi arrogante ego nuevamente hacía su estreno imaginando una lluvia de mensajes....
Me cuestioné si realmente era la persona que creía ser, me cuestioné el cómo me verán aquellas personas que no me conocen, ¿qué impresión daré? ¿será que no les gusto? ¿será que les caigo mal? ¿que soy una pesada? ¿que me creo ser alguien que en realidad no soy? y más...
Logré detectar y visualizar mi miedo al rechazo nivel dios y no sé cómo, pero supe atajar el loop al cual me podrían haber llevado esos pensamientos, hasta caer más profundo en el barro nuevamente...
Sin embargo, si bien los pensamientos estaban “silenciados”, la ansiedad seguía ahí… el barro estaba presente con esa herida de infancia... el miedo al rechazo...
Frente a esta emoción, ya con nombre y todo, te cuento que el haber salido a caminar (como lo había hecho toda la semana pasada sin pensarlo sintiéndome increíblemente bien), era la mejor opción, pero mi freno interno no me permitió salir, esta vez, aún consciente de todo, no fui capaz de tomar esa decisión...
Muy por el contrario...
Abrí la despensa y con "algo de consciencia" para no atacar las papas fritas (que era “la peor” de las opciones que me ofrecía), seleccioné el paquete de granos bio de espelta inflados endulzados con miel.
El problema: Me llené el bowl de cereales y, sentada nuevamente frente a la pantalla del compu y mirando de reojo el celular, me lo comí a gorgotones como si el mundo se fuera a acabar...
Me da hasta vergüenza escribirlo...
Ni yo me la creía, y aún sabiendo lo que estaba haciendo, ¡me volví a rellenar el bowl dos veces! Al final la opción “menos mala” estaba acercándose a las papas fritas, al no haber sabido parar en el primer bowl.
Salvada por la campana, me llamó Fabio que volvía a casa improvisadamente, así que logré salir de ese estado de inercia tóxica y me puse a cocinar champiñones antes de mi Zoom de PSYCH-K® que comenzaba a las 19:00, así tendría lista la cena una vez que mi charla terminase.
Algo a la fuerza, logré cambiar mi foco.
Lo cómico de esto es que luego mirando mi agenda, en mi “divagar ultra ansioso” de antes, sin rumbo y sin saber hacia dónde ir saltando de un tema a otro,me di cuenta que al final del día había hecho más de 3/4 de todos mis pendientes, nada mal para un día tan “incómodo” como este…
Al final del día luego de mi Zoom, me sentía contenta, volvi a recordar que tengo las herramientas y que no las había usado ¡solo por mi propia irónica resistencias a estar bien!
Ahora viendo hacia atrás: "Estar bien" implica cambio, cambio implica salir de lo conocido (como lo es para mí salir a caminar confiada) y bueno, hoy el miedo venció…
Y es parte del juego…
Ya no me culpo, me acompaño...
Habiendo identificado mi ansiedad, visto el miedo profundo al rechazo de la Andrea pequeña y visto la charla de PSYCH-K® que me recordaba que sí puedo salir de este estado, logré entonces “despertar de este día" y sonreír.
Así, con esa sonrisa entré al living a ver a Fabio quien me esperaba para cenar y decidimos que los champiñones pasaban directo a un Tupperware y partimos a cenar al restaurant italiano de la esquina que nos hace sentir como en casa.
Esta vez, en vez de la clásica pizza pedí “moules & frites” (mejillones con ajo y perejil con papas fritas) y esta vez, sin ningún sentimiento de culpa, gocé de una manera exponencial cada sabor.
Me demoré más de la cuenta en terminar mi plato con una sonrisa tras otra, me permití el gozo y lo saboreé, estaba nuevamente en el momento presente sin dudas.
Cómo habrá sido mi cara de gozo que Fabio me dijo: ¿déjame probar una pequeñita? En mis 11 años jamás había logrado que probara una porque no le gustaban y hasta el olor le molestaba.
Los “tíos” como los llamamos nos ofrecieron un bajativo de la casa y nos quedamos charlando un buen rato en compañía.
Ahora escribo para bajar la comida antes de dormir. Fabio ya ronca al lado mío y siento su mano en mi brazo… me enamora…
Escribiendo me doy cuenta de todos los mensajes que la ansiedad me trajo:
Que logré ver a mi ego, que hoy me enseñó a ser más humilde...
Que está bien no caerle bien a todo el mundo... es parte de la vida...
Que el miedo al rechazo sigue doliendo...
Que logré ver a la niña herida que se comió el bowl de cereales...
Que logré luego acompañarme desde la adulta con compasión...
Y que siempre puedo volver a reconectar con lo valioso que hay en mi...
Que logré reconectar con mi presente y me hizo sonreír nuevamente...
Que puedo aprender del barro una vez más y que está bien...
Que siempre puedo volver a mi...
Al final fue un lindo día… y doy GRACIAS por tener este momento para reflexionar sobre él y todos los regalos que me trajo el Universo.
Commentaires